Violencia Doméstica o Intrafamiliar.
Mujeres.
(Su análisis desde la perspectiva del
Género).
I.-
Objetivos:
El
presente trabajo, tiene como objetivo analizar algunas de las premisas que
sostienen el rol –histórico- que se le ha asignado a la mujer en la sociedad,
situación que facilita la violencia domestica que con mayor frecuencia (según
el incremento de denuncias en estos tiempos) se ejerce sobre ella.
Se
pretende instalar algunos interrogantes, intentando –asimismo- delinear
alternativas que permitan superar el estadio de enfrascamiento y de estructuras
preestablecidas socio-culturalmente, para avanzar hacia la superación de la
violencia doméstica que padecen las mujeres.
El
abordaje del tema se hará desde la perspectiva de género, analizando el rol
histórico – social asignado y aceptado por el grupo de estudio, el femenino (no
siendo motivo del presente: la problemática de los niños, también víctimas -
junto con algunos hombres- de esta forma de violencia, que será tratado en otra
oportunidad).
II.-
Introducción:
Una
editorial del Diario Argentino “Clarín”[1],
hace algunos meses atrás (en una nota breve) describió este flagelo y algunas
de las premisas que buscamos considerar y analizar.
Así
dio cuenta de que: “la violencia doméstica en la Argentina, afecta a
miles de mujeres y muchos casos no son denunciados por temor o falta de
instancias públicas adecuadas.”
Seguidamente,
la misma editorial daba cuenta que: “… en el primer semestre del año, las
comisarías de la mujer de la Provincia de Buenos Aires, recibieron unas 18.000
denuncias relacionadas con violencia familiar. En más de cinco mil casos se
registraron lesiones y más de mil menores fueron víctimas de agresiones. Estas
cifras reflejan una parte de una realidad más extensa porque muchos casos no
son denunciados por varios motivos. Uno es la sumisión psicológica de
las víctimas; otro el temor de sufrir represalias y un tercero, porque las
instituciones estatales encargadas de atender los reclamos no cumplen
debidamente con su función.” (el subrayado me pertenece).
A
estas tres premisas sumaría, la que considero, la más importante que define y
delimita las anteriores: “El rol social asignado a la mujer, históricamente”.-
III.-
Violencia doméstica – Mujeres víctimas:
a) Sumisión
psicológica de las víctimas, el temor de sufrir represalias, dependencia
económica: Rol asignado a la mujer.-
En la
comprensión de que toda forma de violencia, se basa en el ejercicio del poder
mediante el uso de la fuerza (física, psicológica, económica, política, etc.),
este ejercicio de poder, se alimenta de una situación de opresión, de
subordinación, que precisa de consenso para sostenerse en el tiempo,
favoreciendo a sectores que dan como natural, conductas que tratan a ciertas
mujeres (y a los niños) como individuos de categoría inferior.
Este
consenso no solo es brindado por el grupo que ejerce violencia
(mayoritariamente hombres, aunque a veces suelen ser víctimas también), sino
por el violentado, en estudio las mujeres; quienes –en la mayoría de los casos-
desarrollan un particular vínculo que las une a quienes ejercen violencia
(física o psicológica/ simbólica) sobre ellas.
Ana
María Fernández[2],
explica que esto responde a una construcción social e histórica de la
subjetividad femenina, que a través de procesos de socialización genérica las
predispone a tener muy poca consideración por su integridad personal, dentro de
un vínculo amoroso y en algunos casos hasta contraer vínculos adictivos y/o
violentos. Sumado a ello, hay un entrenamiento tradicional para cumplir
correctamente el rol femenino. Ellas son las responsables del éxito o el
fracaso del contrato conyugal. Deben agradar, depender y complacer.
Esta
construcción de género, es una forma contundente de ejercicio de poder, que
establece normas de conducta, valores sobre las diferencias sexuales y asigna
roles y espacios determinados: lo privado (doméstico,
femenino) y lo público (masculino).
Describiendo
de este modo, un modelo básico del viejo esquema familiar de supremacía
patriarcal, que sostiene los vínculos de sometimiento.
La
modernidad plantea un esquema, que tiende a maternalizar todos los roles
femeninos, haciendo surgir los mitos: mujer – madre, pasividad erótica y amor
romántico.
El
mito mujer - madre, pretende ubicar a la mujer en la primera infancia, según
Fernández[3],
caracterizada en la indefensión y la incapacidad simbolizante del bebé, mostrando
conductas de dependencia.
En
tanto la pasividad erótica femenina[4], tal
como señaló “Engels, surge no solo para controlar su descendencia
legítima sino para producir su propia percepción de inferioridad, en las
mujeres, como manifestación acabada de su fragilidad.
Así,
se piensa al matrimonio monogámico, al contrato conyugal, como el derecho
exclusivo del marido sobre la esposa. La mujer se aliena de la propiedad y
exploración de su cuerpo, del registro de sus deseos, de la búsqueda activa de
sus placeres.”
Este
contrato conyugal, se traduce en la instancia de apropiación y control de la
sexualidad de las mujeres. Manteniéndose en la desigualdad por la cual las
mujeres se ubican psicológicamente en “ser de otro”, mientras que los hombres
en “ser para sí”.
El
amor romántico, es el mito que se traduce en la disposición siempre presente de
estar para el otro, a ser para el otro, transportándola a un mundo irreal,
ilógico, de fantasías e irracional. Enfatizando –nuevamente- su inferioridad.
Robin
Norwood[5] sostiene,
que las mujeres que forman vínculos violentos de dependencia se obsesionan con
su pareja y su relación, por lo que apenas pueden funcionar en forma autónoma.
Dedican todas sus energías a cuidar, controlar y hasta modificar conductas de
su pareja.
Esto las
mantiene en un circulo vicioso, donde perciben la frustración por momentos de
llevar a cabo tal control y modificación de ese otro, transitando desde la
sensación de omnipotencia a la de impotencia frente a tal situación. Esto trae
la idea de hábito, el que se sostiene entre la tensión y la
sensación de vacío, un vacío controlado donde las mujeres se ubican
manifestándose una gran encerrona de la cual no pueden desligarse.
Estas mujeres
provienen –según la autora citada- de familias disfuncionales, se relacionan
con hombres inaccesibles emocionalmente, tienen baja autoestima, temen ser
abandonadas y en pos de que eso no ocurra, soportan cualquier cosa para evitar
la ruptura.
Finalmente, la
dependencia económica. Muchas mujeres, víctimas de violencia doméstica
manifiestan la imposibilidad de modificar su situación desde el aspecto
económico. La dependencia económica, el no tener un trabajo propio, atento el
rol asignado socialmente, que las mantuvo y las mantiene en el hogar, criando a
sus hijos, atendiendo a su marido; impide el desarrollo personal; ergo profesional
de ellas, que luego no pueden salir del círculo de violencia por no tener a
donde ir o dinero para mantenerse y/o a sus hijos.
Los últimos
datos estadísticos presentados por la Dirección General de la Mujer del
gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dan cuenta en un
total de 21.066 denuncias recibidas años anteriores, que de ese
número el 31,3% eran mujeres de 35 a 44 años, que el 53,9% eran casadas, que el
86,2 % tenían hijos, que el 30,32 % eran mujeres con el secundario terminado y
un 18,26% con nivel de estudios universitarios.
Esto significa,
mujeres jóvenes, con estudios medios o avanzados, que podrían perfectamente
lograr insertarse o reinsertarse en el mercado laboral; pero en un porcentaje
grande, con niños, lo cual genera en ellas un gran escollo, que se traduce en
el miedo de pasar o de hacer pasar a sus hijos, hambre y necesidades, lo que
las inmoviliza. Colabora en esto la fase soportable de lo que algunos
sociólogos y psicólogos denominan el círculo de violencia, que consta de tres
etapas: acumulación de tensión, episodio violento, seguido de una luna de miel.
Esa luna de miel les hace creer, frente a la imposibilidad de lograr la
libertad económica / física; que el violento … cambiará por arte de magia. Que
modificará su conducta en aras del bienestar familiar. Lo que normalmente … no
ocurre.-
Psicólogos,
sociólogos, abogados, filósofos pretenden definir el concepto de violencia
doméstica, mostrar la realidad que viven estas mujeres (y niños), esbozar las
premisas que permitan elucidar el problema, entenderlo desde la perspectiva que
toca a cada uno, buscando soluciones, herramientas que permitan erradicar la
violencia.
Los avances no
son suficientes, y la problemática lejos de decrecer, día a día muestra su
aumento.
Los filósofos,
teóricos de género, han intentado construir una Teoría de Género
(epistemologías feministas), que ponga de manifiesto posturas político –
ideológicas que enfaticen la constante de descubrir la relevancia del sujeto
cognoscente en la generación del conocimiento, reconociendo la posición
marginal desde la cual las mujeres participan en el mundo y en particular en la
producción científica. Sandra Harding[6], reconoce
en su obra que es mucho lo que en cuanto a producción científica feminista,
queda por hacer. Reconoce innumerables conflictos y tensiones (generados en
conceptos inadecuados de análisis, lagunas inconscientes y obstáculos
desapercibidos en sus programas de investigación) que impiden la evolución de
estudios, la modificación de los paradigmas reinantes, el avance en este tema y
otras que tocan de lleno a las mujeres, y que por el tiempo que llevan
instalados, no son fáciles de desarraigar.
b) Las
instituciones estatales encargadas de atender los reclamos no cumplen
debidamente con su función: Aspectos Legales.
Susan
Moller Okin, advierte que las teorías de la Justicia están experimentando una
crisis de identidad. Y se pregunta ¿Cómo pueden estas ser universales, basadas
en principios, fundamentadas en buenas razones que todo el mundo pueda aceptar
y al mismo tiempo dar cuenta de las diferencias existentes entre las personas y
los grupos sociales?[7]
En su
esquema consideró que las teorías jurídicas que han dominado hasta hace unos
años, no atendieron aspectos de género y las desigualdades sistemáticas entre
los sexos. Esto se debió a dos factores decisivos: por un lado tomaron a la
familia como unidad de análisis apropiado y además se tuvo en cuenta la esfera
de lo público como el ámbito más idóneo para contemplar el desenvolvimiento de
roles.
Moller Okin, consideró esto errado, ya que la familia
(gobernada por el cabeza de familia – el patriarca- masculino), no siempre es
sinónimo de amor, altruismo y compasión, sino que a veces es un reino de
jerarquización e injusticia. La esfera de lo público no incluye a las mujeres,
solo la esfera de lo doméstico.[8]
Fue la década del ’80 la que inauguró enfáticamente la
búsqueda de herramientas legales que protejan a las mujeres víctimas de la
violencia doméstica o intrafamiliar, denominada así, por el ámbito donde
normalmente ocurre.
Ya en la década del ’90 la Convención
Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
mujer, adoptada en Belem do Pará, Brasil –1994- conocida como la “Convención
Belem do Pará”[9],
se constituiría en el hito para la protección de los derechos de las mujeres en
América; esto por cuanto, identificó
la violencia contra las mujeres como una violación clara de Derechos Humanos.
A partir de allí, muchos países latinoamericanos
esbozaron documentos legales en pro de dicha protección, no obstante
rápidamente advirtieron, que solo leyes, no combatirían este problema y que era
necesario, un acompañamiento de estas herramientas, a las que debía sumarse el
sostén psicológico, terapéutico y en muchos casos incluso, asistencial.
Argentina no queda ajena a este
movimiento; pero es recién entrada la década del ’90 (hacia 1994), cuando se
comienzan a articular leyes nacionales / provinciales, para combatir la
violencia doméstica.
La primera de esas leyes, fue la ley
24.417, que rigió solo para el ámbito de la Capital Federal; más tarde se
sumaría la ley 24.632 por la que Argentina
ratificó la “Convención Belem do Pará”.
La Provincia de Buenos Aires se ve alcanzada por este
movimiento tarde, con la ley 12.569 publicada en el boletín oficial del 2 de
Enero de 2.001
Valorada por algunos –ya que vino a cubrir un vacío
jurídico existente en la provincia hasta ese momento-, cierto es que fue
criticada por muchos, sobre todo en lo que tuvo que ver con el veto del art.
16, que refería a las responsabilidades asistenciales del Poder Ejecutivo
provincial.
Pese a ello, hubo escollos que fueron superados.
Un ejemplo de esto lo muestra acabadamente, un
considerando de un fallo[10] analizado durante la substanciación
del presente curso, sentencia del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia
de Formosa, en la que la víctima de violencia doméstica (mujer – concubina) fue
asesinada por su pareja; mientras el hijo de ambos (menor de edad), intentaba
maniobras para evitar la violencia mortal, lo que le provocó lesiones graves al
niño también.
En el mentado considerando, se rompen algunos de los
mitos mencionados en el presente trabajo, mostrando un camino a seguir en pos
de brindar las herramientas necesarias para superar la violencia.
Los intentos de la defensa del
agresor, basados en el supuesto de atenuación de la emoción violenta
(endilgando la culpa a la mujer, por tal y víctima) no tuvieron asidero en este
tribunal.
Es en el voto del ministro Dr. Ariel
Gustavo Coll, donde se advierte tangible un grado más avanzado de consideración
sobre la violencia doméstica (analizado multidisciplinariamente) donde es dable
destacar del opinante, lo siguiente: “…Este
es uno de los casos que viene a engrosar las estadísticas del fenómeno conocido
como violencia familiar, este es un proceso integrado por actos y/u omisiones,
directos e indirectos, intencionales y recurrentes que van en aumento y en
detrimento de quien la sufre. La progresividad en la agresión es precisamente
una de sus características, cuya finalidad es el ejercicio de un control sobre
la víctima, generalmente la mujer en la pareja… Este tipo de agresiones se
manifiesta en maltratos intencionales y repetitivos, que ponen en riesgo y
dañan la integridad física y/o psíquica de una persona que van desde la
bofetada hasta causar la muerte, extremo que llega cuando el agresor ya no
puede controlar las acciones de la víctima. Uno de los mitos existentes en
torno al tema, parte de considerar que es la mujer quien provoca con sus
actitudes la agresión masculina, mito a partir del cual se construye en este
caso la nunca probada emoción violenta del agresor…”
Un avance interesante, pero -pese a las herramientas
legales existentes-, todavía muchos inconvenientes persisten y quedan por
superar; a la falta de capacitación de las personas que debían aplicar y hacer
cumplir esas leyes: magistrados, funcionarios (policía), abogados, psicólogos,
sociólogos, etc. se las combatió con información, y estudio (capacitación),
reglamentación, etc. Pero no es suficiente. Y no a todos
les ha llegado, aún hay
operadores que se resisten a aceptar estas herramientas, que no tienen voluntad
de modificar las
estructuras mentales, sociales que se instalaron en el imaginario colectivo
desde hace muchos años.
Este tema está invadido de perjuicios
y prejuicios que colaboran para mantener todos los obstáculos vigentes. Sumado
a esto, crisis económica, de valores sociales y culturales se conminan para
mantener un status quo de violencia, que parece imposible de superar.
Que día a día, se incrementa.
IV.-
Conclusiones:
Se plantea como urgente para avanzar en el tema, en el
tratamiento de la problemática de la violencia doméstica en busca de soluciones:
1ero.- Que sea
la sociedad la que adquiera nuevos y mejores hábitos de conducta, de crianza,
de convivencia, que evidencien las raíces –reales- de la violencia doméstica.
2do.- Es necesaria la reeducación sobre el trato familiar, el
replanteamiento de los roles sociales, de lo femenino y lo masculino, en un
plano de diferencia que no signifique desigualdad u opresión e inferioridad.
Modificar estereotipos.
3ro.- Comprender
la violencia doméstica, no solo desde la perspectiva “doméstica” o “familiar”, sino apuntar al análisis
de las raíces culturales del problema, reprobando las concepciones sexistas,
promoviendo nuevas representaciones de lo femenino y lo masculino.
Entendiendo que esta problemática, no solo puede admitir
el análisis dentro del contexto familiar, por conductas de los sujetos como
miembros que interactúan dentro de la familia, sino que estas conductas
violentas pueden surgir, por una historia de vida del violento fuera de
esa familia, como así
también la aceptación de la violencia por el violentado.
Que esas conductas se transmiten de generaciones
anteriores, por una sociedad que acepta indiferente, el rol asignado a cada
individuo, y que con su silencio, mantiene cómplice la violencia instaurada.
4to.- También
será necesario, tal lo manifestado por la licenciada Montes de Oca[11],
reformular el modo en que manifestamos y se nos manifiesta el amor: familiar /
conyugal / en la interrelación social, entendiendo la necesidad de evolución
(emocional-psicológica) del mismo, a la par que crecemos física y socialmente: “la primera experiencia del amor es
incondicional por la inmadurez, la fragilidad con que nacemos y sentimos que amamos porque nos aman. Pero al
crecer perdemos el egocentrismo de la niñez, y de adultos parece ser que amar es más importante que ser
amado. La explicación está en el cambio de premisas, “me aman porque amo”. Aquí el amor, el cariño, el afecto no
hace falta merecerlo, ni conseguirlo … solo transitarlo.
Reformular el amor “socialmente establecido” buscando
salvar algunos de los obstáculos que nos quedan en esta problemática tratada de
las mujeres víctimas de violencia, parece
indicarnos una nueva concepción del amor sustentada en: “sentir que nos aman por ser y
no por lo que hacemos para ser amados”.-
Fin.-
[1] www.clarin.com.ar,
Edición Digital, Sección editorial, disponible con fecha 3 de septiembre de
2007, “Violencia Doméstica, un mal extendido”.-
[2] FERNANDEZ Ana María; “Las
mujeres en la imaginación Colectiva”, Editorial Paidos, Barcelona, 2002;
Citada por Lic. Claudia Montes de Oca, en La Feminidad Violentada”, disertante
en el desarrollo de las Jornadas de la Fundación Viviré, Cámara de Diputados de
la Nación, Noviembre de 2007, Buenos Aires, Argentina.-
[3] FERNANDEZ Ana María; ob. Citada.-
[4] FERNANDEZ Ana María; “Sexualidad femenina, la pasividad femenina.
Una cuestión política”. Revista Zona Erógena Nro. 16, 1993. Disponible al
6/12/2007 en:
www.puentes.gov.ar/educar/servlet/dowlands/S_BD_ZONAEROGENA16/ze1607.pdf.-
[5] NORWOOD Robin, “Las mujeres que aman demasiado”, Editorial Zeta,
Barcelona, 2006.-
[6] HARDING Sandra, “Ciencia y feminismo”, 1995, Traducido por
Editorial: Morata, Barcelona. España.
[7] Moller
Okin, Susan; “Desigualdad de Género y Diferencias Culturales”, en
Perspectivas Feministas en la Teoría Política .
Editorial Paidos. Barcelona. Cap. 8,
1994, pág. 185.-
[8] CURA Ileana, “Derecho y Género”, artículo publicado en www.monografias.com,
disponible al 9 de diciembre de 2007.-
[9] Un dato a tener en cuenta es que
actualmente, la “Convención Belem do Pará” ha sido ratificada por 32 de los 34 Estados de la OEA. Cabe notar
que la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa
Rica), solo fue ratificada por 22 Estados miembros.-
[10] Superior Tribunal de Justicia de Formosa; Expte. Nro. 184 F°136
año 2005, autos: A.R.A. s/ Homicidio Simple y lesiones Graves Calificadas.-
[11] MONTES DE OCA, Claudia; Ob. Citada. “La Feminidad Violentada”, trabajo de
disertación en el desarrollo de las Jornadas de la Fundación Viviré, Cámara de
Diputados de la Nación, Noviembre de 2007, Buenos Aires, Argentina.-
El presente es un trabajo que conjuntamente realizamos con la Lic. Claudia Montes de Oca.
ResponderEliminarEs el primero -esperamos- de muchos temas que trataremos en este blog, que posee como objetivo primordial, brindar información. Herramienta insoslayable para sostener nuestra premisa fundamental, que: "En la prevención se encuentra, el engranaje más certero para la preservación de los derechos".
Ojalá resulte de interés. Muchas gracias.